- Ubicación de la
equivocación del Rey David -
(Segundo libro de Samuel 11-12):
A la vuelta del año, al tiempo que los reyes salen a campaña, envió David a Joab con sus veteranos y todo Israel. Derrotaron a los ammonitas y pusieron sitio a Rabbá, mientras David se quedó en Jerusalén.
Única equivocación de David:
Un atardecer se levantó David de su
lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey cuando vio desde lo alto
del terrado a una mujer que se estaba bañando. Era una mujer muy hermosa. Mandó
David para informarse sobre la mujer y le dijeron:«Es Betsabé, hija de Eliam, mujer
de Urías el hitita.» David envió gente que la trajese; llegó donde David y él
se acostó con ella, cuando acababa de purificarse de sus reglas. Y ella se
volvió a su casa. La mujer quedó embarazada y envió a decir a David: «Estoy
encinta.»
Primer error de David:[1]
David mandó decir a Joab: «Envíame a
Urías el hitita.» Joab envió a Urías adonde David. Llegó Urías donde él y David
le preguntó por Joab, y por el ejército y por la marcha de la guerra. Y dijo
David a Urías: «Baja a tu casa y lava tus pies.» Salió Urías de la casa del
rey, seguido de un obsequio de la mesa real. Pero Urías se acostó a la entrada
de la casa del rey, con la guardia de su señor, y no bajó a su casa. Avisaron a
David: «Urías no ha bajado a su casa.» Preguntó David a Urías: «¿No vienes de
un viaje? ¿Por qué no has bajado a tu casa? Urías respondió a David: «El arca,
Israel y Judá habitan en tiendas; Joab mi señor y los siervos de mi señor
acampan en el suelo ¿y voy a entrar yo en mi casa para comer, beber y acostarme
con mi mujer? ¡Por tu vida y la vida de tu alma, no haré tal!»
Segundo error de David:[2]
Entonces David dijo a Urías:
«Quédate hoy también y mañana te despediré.» Se quedó Urías aquel día en
Jerusalén y al día siguiente le invitó
David a comer con él y le hizo beber hasta emborracharse. Por la tarde salió y
se acostó en el lecho, con la guardia de su señor, pero no bajó a su casa.
Tercer error de David:[3]
A la mañana siguiente escribió David
una carta a Joab y se la envió por medio de Urías. En la carta había escrito:
«Poned a Urías frente a lo más reñido de la batalla y retiraos de detrás de él
para que sea herido y muera.» Estaba Joab asediando la ciudad y colocó a Urías
en el sitio en que sabía que estaban los hombres más valientes. Los hombres de
la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab; cayeron algunos del ejército
de entre los veteranos de David; y murió también Urías el hitita. Joab envió a
comunicar a David todas las noticias de la guerra, y ordenó al mensajero:
«Cuando hayas acabado de decir al rey todas las noticias sobre la batalla, si
salta la cólera del rey y te dice: "¿Por qué os habéis acercado a la
ciudad para atacarla? ¿No sabíais que tirarían sobre vosotros desde la muralla?
¿Quien mató a Abimélek, el hijo de Yerubbaal? ¿No arrojó una mujer sobre él una
piedra de molino desde lo alto de la muralla y murió él en Tebés? ¿Por qué os
habéis acercado a la muralla?", tú le dices: También ha muerto tu siervo
Urías el hitita.» Partió el mensajero y en llegando comunicó a David todo lo
que le había mandado Joab.
Cuarto error de David:[4]
David se irritó contra Joab y dijo
al mensajero: «¿Por qué os habéis acercado a la muralla para luchar? ¿Quién
mató a Abimélek, el hijo de Yerubbaal? ¿No arrojó una mujer sobre él una piedra
de molino desde lo alto de la muralla y murió él en Tebés? ¿Por qué os habéis
acercado a la muralla?» El mensajero dijo a David: «Aquellos hombres se
crecieron frente a nosotros, hicieron una salida contra nosotros en campo raso
y los rechazamos hasta la entrada de la puerta, pero los arqueros tiraron
contra tus veteranos desde lo alto de la muralla y murieron algunos de los
veteranos del rey. También murió tu siervo Urías el hitita.»
Quinto error de David:[5]
Entonces David dijo al mensajero:
«Esto has de decir a Joab: "No te inquietes por este asunto, porque la
espada devora ya a uno ya a otro. Redobla tu ataque contra la ciudad y
destrúyela." Y así le darás ánimos.»
Logro total de lo que quería David:
Supo la mujer de Urías que había
muerto Urías su marido e hizo duelo por su señor. Pasado el luto, David envió
por ella y la recibió en su casa haciéndola su mujer; ella le dio a luz un
hijo; pero aquella acción que David había hecho desagradó a Yahveh.
David y la voz de su conciencia:
Envió Yahveh a Natán donde David, y
llegando a él le dijo: «Había dos hombres
en una ciudad, el uno era rico y el otro era pobre. El rico tenía ovejas y
bueyes en gran abundancia; el pobre no
tenía más que una corderilla, sólo una, pequeña, que había comprado. El la
alimentaba y ella iba creciendo con él y sus hijos, comiendo su pan, bebiendo
en su copa, durmiendo en su seno igual que una hija. Vino un visitante donde el
hombre rico, y dándole pena tomar su ganado lanar y vacuno para dar de comer a
aquel hombre llegado a su casa, tomó la ovejita del pobre, y dio de comer al
viajero llegado a su casa.» David se encendió en gran cólera contra
aquel hombre y dijo a Natán: «¡Vive Yahveh! que merece la muerte el hombre que
tal hizo. Pagará cuatro veces la oveja por haber hecho semejante cosa y por no
haber tenido compasión.» Entonces Natán
dijo a David: «Tú eres ese hombre. Así dice Yahveh Dios de Israel: Yo te he
ungido rey de Israel y te he librado de las manos de Saúl. Te he dado la casa
de tu señor y he puesto en tu seno las mujeres de tu señor; te he dado la casa
de Israel y de Judá; y si es poco, te añadiré todavía otras cosas. ¿Por qué has menospreciado a Yahveh haciendo
lo malo a sus ojos, matando a espada a Urías el hitita, tomando a su mujer por
mujer tuya y matándole por la espada de los ammonitas? Pues bien, nunca se
apartará la espada de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado la mujer
de Urías el hitita para mujer tuya. Así habla Yahveh: Haré que de tu propia
casa se alce el mal contra ti. Tomaré tus mujeres ante tus ojos y se las daré a
otro que se acostará con tus mujeres a la luz de este sol. Pues tú has obrado en lo oculto, pero yo
cumpliré esta palabra ante todo Israel y a la luz del sol.» David dijo a Natán:
«He pecado contra Yahveh.» Respondió Natán a David: «También Yahveh perdona tu
pecado; no morirás. Pero por haber ultrajado a Yahveh con ese hecho, el hijo
que te ha nacido morirá sin remedio.» Y Natán se fue a su casa. Hirió Yahveh al
niño que había engendrado a David la mujer de Urías y enfermó gravemente.
Arrepentimiento de David:
David suplicó a Dios por el niño;
hizo David un ayuno riguroso y entrando en casa pasaba la noche acostado en
tierra. Los ancianos de su casa se esforzaban por levantarle del suelo, pero
el se negó y no quiso comer con ellos. El séptimo día murió el niño; los
servidores de David temieron decirle que el niño había muerto, porque se
decían: «Cuando el niño aún vivía le hablábamos y no nos escuchaba. ¿Cómo le
diremos que el niño ha muerto? ¡Hará un desatino!» Vio David que sus servidores
cuchicheaban entre sí y comprendió David que el niño había muerto y dijo David
a sus servidores: «¿Es que ha muerto el niño?» Le respondieron: «Ha muerto.»
David se levantó del suelo, se lavó, se ungió y se cambió de vestidos. Fue
luego a la casa de Yahveh y se postró. Se volvió a su casa, pidió que le
trajesen de comer y comió. Sus servidores le dijeron: «¿Qué es lo que haces?
Cuando el niño aún vivía ayunabas y llorabas, y ahora que ha muerto te levantas
y comes.» Respondió: «Mientras el niño vivía ayuné y lloré, pues me decía:
¿Quién sabe si Yahveh tendrá compasión de mí y el niño vivirá? Pero ahora que
ha muerto, ¿por qué he de ayunar? ¿Podré hacer que vuelva? Yo iré donde él,
pero él no volverá a mí.» David consoló a Betsabé su mujer, fue donde ella y se
acostó con ella; dio ella a luz un hijo y se llamó Salomón; Yahveh le amó, y
envió al profeta Natán que le llamó Yedidías, por lo que había dicho Yahveh.
Joab atacó a Rabbá de los ammonitas y conquistó la ciudad real. Y envió Joab
mensajeros a David para decirle: «He atacado a Rabbá y me he apoderado también
de la ciudad real. Ahora, pues, reúne el resto del ejército, acampa contra la
ciudad y tómala, para que no sea yo quien la conquiste y no le dé mi nombre.»
Reunió David todo el ejército y partió para Rabbá, la atacó y la conquistó.
Tomó de la cabeza de Milkom la corona, que pesaba un talento de oro; tenía ésta
engarzada una piedra preciosa que fue puesta en la cabeza de David; y se llevó
un enorme botín de la ciudad. A la gente que había en ella la hizo salir y la
puso a trabajar en las sierras, en los trillos de dientes de hierro, en las
hachas de hierro y los empleó en los hornos de ladrillo. Lo mismo hizo con
todas la ciudades de los ammonitas. Luego David regresó con todo el ejército a
Jerusalén.
[1] Una falsa amistad:
¿si antes no eran amigos, por qué ahora? Una amistad interesada. Peligroso.
Algo anda mal. Ya esto sería un tema de reflexión psicológica de comportamiento
de autodefensa y de adulación… Igual que las otras salidas a la situación del
Rey David, en este caso concreto de Urias, y que se añaden algunas
observaciones en los respectivos pies de páginas… El mal es doble, porque tras
la adulación sin motivo aparente, se vierte la intencionalidad de forzar el
sometimiento en una doble mentira, primero, en el engaño, y, segundo, en la de
una deferencia especial con Urias, que a todas vistas, era para colocarse
sobre-aviso de un comportamiento inusual, en su caso concreto… Es para pensar…
(véase las respectivas notas).
[2]
Una fiesta especial. Regalos. Complacencias y detalles sin motivo aparente.
Algo anda mal.
[3]
La peor de las ironías: tanto interés para destruir. Se empeoran las cosas. Lo
peor de lo peor. Maldad total y con engaño.
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